Emprincipiando habría que decir que la
vida, de repente, con muy poquita cosa te da una alegría. A mí me pasó cuando,
por casualidad y sin esperarlo, me encontró un librito en la Calle de la Feria
de Sevilla. Las Setenta y siete seguiriyas de muerte me llegaron hondo. Después de
haber leído varias compilaciones y joyeros de coplas flamencas, nada como este
breve libro para poner luz sobre lo grande de estos cantes y de este arte.
Su autor, José Luis Ortiz Nuevo, es
autor polémico. Ya lo sabemos. Y en este ensayo, además de compilar las coplas
más desgarradas, apunta su estudio sobre la procedencia de las seguiriyas tal y
como las conocemos hoy día. Que en contraposición a la creencia de que derivan
de las tonás, argumenta su origen en la seguidilla castellana, calificándola de “madre generosa del folklore hispano”.
Pero entiendo que esta forma de
polemizar, del maestro Ortiz Nuevo, proviene de la necesidad de que la verdad
aflore, no desde los indicios sino desde las pruebas y los hechos contrastados.
Pruebas y hechos de lo que fue y ha venido siendo el flamenco en sus distintas
vertientes. Siempre apoyado en la emoción que provoca una expresión cultural y
vital que conmueve, pero desde la objetividad y el conocimiento cabal de la
realidad flamenca.
Hay que apuntar que el autor, aparte
de ser testigo y partícipe directo del flamenco contemporáneo, ha realizado una
labor infatigable de investigación, arrojando su tarea luz a los vacíos turbios
de la memoria del arte jondo. Ya nos advierte en el comienzo de la introducción
a las Setenta y siete seguiriyas de muerte:
“No se escandalicen
pero deberán saber que la flamencología es ciencia mayor de conjeturas. Las
fuentes de su conocimiento beben por lo común de aguas contaminadas en veneros
donde fluye la suposición y desbordantes corren los inventos en delirio de pura
fantasía. Lo uniquito seguro es la grandeza de la música. Estética
fundamental de la tristeza y también de la alegría. Herencia meridional,
caliente y viva al sur de Sierra Morena.
Lo que sabemos tiene
más naturaleza de creencia que de idea. Y la ignorancia suele disfrazarse con
los fatuos ropajes del duende o del misterio o de la magia”
Desde los años sesenta del pasado
siglo y hasta bien entrada la última década del mismo, el concepto de “razón incorpórea” junto con el
siempre escurridizo “duende”,
en gran medida eran los que daban cimiento y racionalización, base lógica “científica”
y sentido a gran parte de la explicación del nacimiento, evolución y desarrollo
del flamenco. Surgen en contraposición voces que pretenden llenar estas
carencias y lagunas. Es Ortiz Nuevo una de ellas, que con su obra intenta, como
decía antes, esclarecer el inabarcable hecho flamenco.
De todas formas hay que señalar, como
apunta Manuel Ríos Ruiz, que en la seguiriya se culminan o se descalabran
todas las voces; por ser cante difícil, de melismas sutiles y requerir
buenas dotes físicas y un conocimiento profundo del mismo. También Ríos Ruiz,
en su imprescindible Diccionario Enciclopédico del Flamenco, escrito en colaboración
con José Blas Vega, describe efectivamente la seguiriya como “…un cante dramático,
fuerte, sombrío y desolador, que está considerado en su condición de básico como uno de los
estilos más exponentes de la esencia jonda del cante flamenco. Las letras de
sus coplas son tristes, sentimentales y reflejan la tragedia humana, sus
sufrimientos y dolores en relación con los eternos temas del amor, la vida y la
muerte.”
En las Setenta y siete seguiriyas de muerte
se confirma el aguijón certero de estas coplas. Ortiz Nuevo nos indica que son setenta
y siete llamaradas que hablan de lo mismo. Y que hablan para ser
cantadas, porque hasta que el pueblo no las canta, las coplas, coplas no son,
como rimaba en sus cuartetas Manuel Machado. Por ello, en el mismo orden en que
aparecen en el libro y sin querer ser exhaustivo, estas seguiriyas fueron
cantadas por Pepe el de la Matrona, Tía Anica la Periñaca, Silverio
Franconeti, Tío José el de Paula, Frasco el Colorao, Calixto Sánchez, Enrique Morente, José
el de la Tomasa, Parrilla el Viejo, El Fillo, Manolo Caracol, Manuel
Torre, Gómez de Jerez, Antonio Cuevas El Piki, Manuel Gerena, Juan
Varea, Antonio Fernández Díaz Fosforito, El Loco Mateo, Fernando Mairena
Porrito, Sernita, El Borrico de Jerez, Pepe Pinto, El Gloria, Antonio
Mairena, Pericón de Cádiz, Aurelio Sellés, Perico Cantarote, Tomás
el Nitri, Cayetano Muriel,…
También tiene un apéndice final, que
Ortiz Nuevo denomina como “la mar de raro” en el que se incluye un texto
denominado “Variantes de una Seguidilla Gitana”, de Antonio Machado y Álvarez
Demófilo, muy interesante de leer, por el valioso aval que supone quien
lo escribe y por ser un artículo inédito que se reedita ciento y pico de
años después de su publicación en prensa.
Es por tanto este un librito gigante,
fuente de inspiración. Si tenéis ocasión, por favor,
dedicadle un rato.
Se lee a la velocidad de una saeta. Su poso queda para siempre.
Antonio Jiménez Cuenca
José Luis Ortiz Nuevo, Archidona (Málaga), 1948, es poeta, escritor y actor. Entre
1975 y 1987 recopiló por escrito a partir de las voces originales las memorias
de Pepe el de la Matrona, Pericón de Cádiz, Tío Gregorio Borrico
de Jerez, Enrique el Cojo y Tía
Anica la Periñaca. En 1980, funda con otros aficionados la Bienal
de Flamenco de Sevilla, en la que comienza a desarrollar su faceta teatral: Los
últimos de la fiesta, Cantando la pena, la pena se olvida;
Sevilla: concierto flamenco a su memoria, o la obra Por dos letras, basada en las memorias de Pericón de Cádiz.
En hemerotecas de Sevilla y La Habana, Ortiz Nuevo ha recopilado datos históricos sobre los orígenes del flamenco, parcialmente
recogidos en su libro ¿Se sabe algo? Viaje al conocimiento del arte
flamenco en la prensa sevillana del XIX (1990). Tiene una amplia
bibliografía, siendo autor de libros, trabajos de investigación y obras escénicas
relacionados con el flamenco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario