Adios Juan, adios Torta


Por Lolo Picardo

Publicado en el número 4 de la revista LA FRAGUA, abril de 2014.

En la madrugada del pasado 31 de diciembre de 2013, aproximadamente a las tres de la madrugada, fallecía en su domicilio de Sanlúcar de Barrameda Juan Moneo Lara, el Torta. Días antes había estado celebrando en ese mismo lugar el sexto cumpleaños de su hijo Juanito, donde no faltaron, por supuesto, los melisma del Genio de La Plazuela, los soníos negros de los que Juan era poseedor. Lloraba por soleá y vomitaba el cante por bulerías, porque el Torta cantaba por aliviar su alma, para limpiar
las llagas que dejaba el paso de la vida por sus entrañas.

“Mi mal no tiene cura, yo he visto a un sepulturero haciendo mi sepultura”…tantas veces lo cantó que no pensábamos que ese día llegaría, que aquel que nos llenaba nuestros adentros, aquel que vino a paliar la desazón que padecimos con la muerte de José, Camarón, cualquier día se marcharía. Había huido a Sanlúcar de Barrameda con su compañera, Almudena, con su hijo. Pretendía burlar la muerte, engañar a los demonios y descansar el alma. Pero no pudo, fue a las tres, las tres de la madrugada. La hora donde en su garganta los duendes del cante, esperaban ser liberados en cualquier calle, en cualquier esquina, en cualquier copa de vino. Se nos fue otro ser único en cuanto a la interpretación del flamenco, otro de los muy grande.

El Torta en La Venta de Vargas, foto Juan Silva
Como aficionado al flamenco, fui de los que fue a ver la película Flamenco de Carlos Saura, buscando algo, intentando encontrar esos soníos negros de los que hablaba Lorca. Esos cambios de tonos ancestrales que nadie sabe de dónde vienen y con los que, tras fallecer Camarón, necesitaba reencontrarme. La película comienza con un grupo de Jerez de arte: la Paquera, inmensa con su empiezo por bulerías; Diego de la Margara moviendo sus manitas, acompasadas; Moraito, tremendo de compás. Barullo pone su granito de arena, su arte. Y al fin, sale esa voz. ¿Quién es, Dios mío?

“Cuando salga la luna yo voy a verte, yo voy a verte, porque me alumbra el camino, gitana mía, pa yo quererte”. Y finaliza con unos melismas quebraos, diferentes, inusuales, de arte, que el Mono de Jerez remata a su manera. Ahí descubrí otra realidad flamenca que le llamaban el Torta y que por entonces ya era considerado en Jerez como uno de los más grandes que habían tenido por aquellas tierras.

Juan, de la estirpe de los Moneo nació hace sesenta y un año en el Barrio de San Miguel de Jerez, aunque el origen inicial de la familia se centraría en el Puerto de Santa María. Su campo de actuación se enmarca en las peñas flamencas y festivales de Jerez y sus contornos. Ahí es donde vuelca toda su sabiduría cantaora y emociona a su público, casi siempre entregado, antes de comenzar la actuación, a los melismas de Juan que solía interpretar en sus cantes, casi en su totalidad de letras propias. Pero donde Juan destacó fue en el Festival de la Bulería de Jerez. No había festival que no estuviera Juan y el pueblo esperaba septiembre tras septiembre aquella cita.

En La Isla y gracias al Movimiento Burbuja, Juan estuvo dos veces en la Venta de Vargas, haciendo Madrugás. Disfrutamos y sufrimos con su arte. Pero eso nos encanta, joé. Una hora de cante regular y un ratito en el paraíso escuchándolo. Después nos lo llevamos a Firaf y, en el resguardo de un garaje, nos llevó con su cante a las estrellas. — “No entiendo, Juan, que en una hora cantando en la Venta no hayas cantado como has cantado aquí en la calle”— le dije, poniéndole las dos manos sobre los hombros y mirándole a los ojos.

El Torta me miró y, con esa forma de hablar que no la olvidaré nunca, me respondió: — “Si yo soy así, Lolito, yo soy un bohemio. Anda, convíame a una copita”.

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