Réquiem Luzia

Si hace muy pocos días le pedíamos al maestro Paco que con los ecos de su sonanta guardara el sueño del maestro Félix Grande, que se nos fue dejándonos huérfanos de sus palabras, hoy, para nuestro desconsuelo, tenemos que invertir la ecuación y describir lo que Félix sentía por nuestro querido e insustituible guitarrista. Su prosa nos descubre al artista más intimista, al músico más fecundo, al flamenco más maduro y más formado. Amplió el territorio conocido dejando nuevos caminos para explorar.

En la dedicatoria del disco LUZIA, Félix Grande nos introduce en la lógica de la madurez del genio.

Siroco fue compuesto con la autoridad de un coloso de la creación flamenca; Luzia ha sido compuesto con la autoridad de un ser humano que se sabe perecedero: en Siroco la música conversaba con la historia andaluza; en Luzia conversa, además, con el estremecimiento del tiempo breve de los seres humanos. En Sólo quiero caminar, descubríamos un tema, “Montiño” que iniciaba una sigilosa alianza entre el sonido, el ritmo y el misterio; ese sigilo emocional se hizo emocionante en Siroco; en Luzia esa gramática emotiva se ha convertido en ley.

La técnica de Paco de Lucía sigue siendo vertiginosa, pero ahora se ha transformado en pura intimidad. En otras grabaciones de Paco de Lucía vivíamos una fiesta: ahora vivimos una ceremonia. Su música deletreaba nuestro nombre: ahora pronuncia nuestros apellidos… Escuchamos la música flamenca desde el reino enigmático en donde habitan nuestros antepasados… Paco nos ayuda a apropiarnos de nuestra antigüedad. Es decir: a ser más permanentes.”

Paco de Lucía nos ha legado un mapa desplegado, creado a golpe de su cadencia flamenca. Emoción sentida de su carrera artística y musical. Nos llevó de su Algeciras entre dos aguas a las fuentes de Granada; del Condado de Huelva a pasearnos por la Alameda de Sevilla y eAltozano trianero; del Palo de Málaga a La Chanca almeriense; de La Barrosa en Chiclana a los aires de Linares y nos mostró cómo se adornan los Zánganos en Puente Genil. Nos arrastró al otro extremo del globo, después de pasearnos por nuestra diosa Europa, desplegando un territorio nuevo y desconocido: la improvisación y la mixtura de otras latitudes y otros sones. Pensamos que se había salido del sistema solar porque su música viajaba a la velocidad de la luz.

La música de Paco de Lucía ha sido el territorio de nuestra vida, de la adolescencia y de la juventud. definitivamente de la madurez. Su banda sonora. Lo dio todo y lo abrió al mundo. El territorio de la creación expansiva, geográfica y universal de su toque. Las sendas abiertas, los entornos explorados y los caminos dejados para explorar: la herencia más rica que nos deja el maestro.

Félix que tanto te quiso te estará recitando poemas al oído. Tu música estará siempre con nosotros.

Antonio Jiménez Cuenca