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El Lebrijano inmortal

Por Antonio Jiménez Cuenca


Foto: Carlos Cherbuy


Un sentimiento de dolor y pérdida nos invade hoy por la triste noticia de la muerte de Juan Peña, el Lebrijano. En la entrevista realizada para el número siete de la revista La Fragua, nos decía:
"¿Cuáles son los orígenes del Lebrijano?
Bueno, el Viejo de La Isla, que en otro lado le decían el Tuerto de La Isla. El Tuerto de La Isla es familia mía. Pero familia por mi abuelo y nosotros veníamos de San Fernando (Cádiz). Sí, por la parte de mi abuelo teníamos familia en San Fernando. Me lo contaba a mí mi tío Bastián Bacán. Y después tenemos otra rama que viene de Ronda, de los negros de Ronda. Y de Mercé la Serneta, que era prima hermana de la abuela de mi madre. Y del Fillo. Todos esos son mis orígenes y yo, ya cuando comprendí un poco, dije: Yo lo mejor que puedo hacer es coger mi propio camino, mi propio cante."

Su impulso, su manera cabal de ser y de estar, su creatividad arrolladora explican su enorme aportación al flamenco del siglo XX. Pero lógicamente su cante, su timbre característico y su estética  cantaora es lo que designa y determina en mayor medida el flamenco presente.

Y desde la humildad que la vida reserva solo a las grandes figuras, también nos contaba:
"De toda la larga lista de reconocimientos y galardones que posee, a destacar la Medalla de Andalucía (1986) y la Medalla del Trabajo (1999), ¿con cuál se queda?
Yo me quedo con el reconocimiento de ser hijo predilecto de mi pueblo. Los demás son bonitos, está muy bien, pero que Lebrija me dé este reconocimiento, a mí me llena de orgullo. No es que yo deje los otros, pero mi pueblo me llena de orgullo."

Desde aquí nuestro reconocimiento a un aficionado irrepetible, un héroe del arte de lo jondo, un artista comprometido y una leyenda del flamenco. El agua se seguirá mojando con el cante de Juan Peña, el Lebrijano.

Descansa en paz, maestro.

El Viejo de La Isla


El 16 de mayo de 1836, en el número 13 del callejón de San Miguel, nacía Pedro Fernández Fernández, hermano pequeño de María Borrico. En esos momentos, España tenía una reina de seis años. En La Isla vivían poco más de once mil almas y en la provincia de Cádiz la cuarta parte que hoy en día. Entonces, a la seguiriya aún no se le llamaba seguiriya.

Me imagino a Pedro correteando por esas calles de La Isla, del Buen Suceso[1], de las Pitas[2], del Merendero[3], San Rafael, o por las huertas de Zuazo o del Merendero. Quizás alguna vez su madre lo mandó a El Colmado, que por lo visto se encontraba haciendo esquina entre su calle y la calle San Rafael, a por una chiquita de vino pa la comida[4].

Pedro Fernández Fernández
El Viejo de La Isla
Este niño fue creciendo y

María Borrico

María Fernández nació en 1830 en La Isla, en esa Isla de salinas, donde se trabajaba a destajo y donde los borricos, con sus serones cargados de sal, eran guiados por los hormiguillas (1) desde los cristalizadores  hasta  las pirámides. Estos borricos, tanto en las salinas como en las huertas o en las norias, realizaban las tareas más duras de la época.


Fue en esa Isla donde María empezó a dejarse oír. A María le gustaban los cantes hondos, los de hombres. Su voz ronca le ayudaba. Debió ser uno de esos momentos en los que se atrevió con uno de esos cante hondos… ¿quién sabe cuál?, quizás una seguiriya del Fillo, cuando alguien, al escucharla, probablemente comentase: “Esta mujer parece un borrico, puede con to.” Puede que esta fuese la causa de que pasara a la historia como María Borrico.

Hoy día se pueden escuchar cantes como: “Seguiriya de cambio de María Borrico” o “Liviana, serrana y cambio de María Borrico”. Pero ¿qué quiere decir eso del cambio de María Borrico? El cambio es una modificación que se hace al final de una tanda de algún cante, en este caso tras una tanda de seguiriyas. Se dice que ella renovó la seguiriya del Fillo, discípulo este de Perico Planeta, y que posteriormente, según la mayoría de los autores, el cambio de María fue divulgado por Silverio Franconetti.

Algunos autores consideran que la seguiriya cambiá de María Borrico es una especie de transición entre el viejo estilo de cantar las seguiriyas y el moderno. Es más, con este cambio, se remata todavía el cante por serranas, livianas y seguiriyas.
Una de sus seguiriyas cambiá, también llamada seguiriya cabal o simplemente, cabales, se conserva aún entre los repertorios flamencos de hoy día:

“Dice mi compañera
que no la quiero,
cuando la miro, la miro a la cara,
yo er sentío pierdo."

Aunque originalmente se cantaban al final, como remate de una serie de seguiriyas, y así se hace a menudo en las actuaciones en directo, en las grabaciones pueden encontrarse sueltas, al principio, o en series de varias cabales.

Fue la hermana mayor del Viejo de La Isla, al que dedicaremos la próxima entrada de esta sección. En el último cuarto del siglo XIX cantó en los cafés cantantes de Madrid. No he logrado determinar la fecha de su muerte, pero su cambio, el cambio de María Borrico, aún sigue vivo.

Juan Silva


Bibliografía:
ÁLVAREZ CABALLERO, Ángel. El cante flamenco. Alianza Editorial. Madrid, 2004.
GRANDE, Félix. Memoria del flamenco. Alianza Editorial. Madrid, 1999.
ALEU ZUAZO, Salvador. Flamencos de La Isla en el recuerdo. Isleña de Prensa. San Fernando, 1991.
Gran Enciclopedia de Andalucía. Tomo V , Editorial Anel, 1979.
Páginas web:



(1) Chiquillos que guiaban los borricos cargados de sal. Había un peón que era el vaciador que vaciaba las cargas porque ellos no podían. Pero su tarea era arrear al borrico y que cogiera para un lado o para otro.