Óleo sobre madera de José Olivares |
"Tenía toda la angustia del esqueleto del flamenco y todo el esplendor creador de una criatura de genio. Fue flamenco en cuanto que jamás se separó de las raices, y fue a la vez artista en cuanto que supo convertir cada vieja ley en una nueva aventura de la libertad. Aprendió desde niño, se diría que desde antes de nacer, la deontología del artista trágico: el coraje para conversar con la desgracia. Sus cantes son un recorrido por el territorio de la desventura. Incluso de sus cantes festeros resbala un hilillo de sangre. Era un desesperado que no desconoció jamás que en "las últimas habitaciones de la sangre" (*) se hallaba una belleza incandescente. Su pena era de fuego, su voz triste ardía, su congoja quemaba. Pocas veces la condición humana ha tenido un artista tan exacto como Camarón de La Isla."
(*) Federico García Lorca
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