Por Antonio Canales
Publicado en el número 4 de la revista LA FRAGUA, abril de 2014.
Quizás la
arquitectura sea una palabra, en principio, que pareciese alejada completamente
del flamenco, ya que este es bastante autodidacta y salvaje y, por demás, fuera
de normas y cálculos establecidos. Como decía Lorca, el duende es romper con la
geometría aprendida. Y, por supuesto, si se carece de
ella a la hora de construir arquitectura estás perdido.
Sin embargo, hay verdadera arquitectura flamenca hecha carne y sangre; por la obra y gracia del Divino. Esto ocurre, por ejemplo, en el caso de la enigmática y fabulosa cantaora Estrella Morente. En ella se resumen dos castas de furia y raza. Galopan sobre un mismo estribo dos estirpes centenarias de sangres de pura cepa. Ella es el santo manto tejido con el oro más fino y preciado que pueda portar sobre sus hombros la Purísima y, a su vez, las arpilleras más rústicas y coloristas de los cántaros que cargan, sobre su lomos, las mulas más preciosas y briosas de las Alpujarras Granadinas.
Yo vi hacerse mujer a esa escultura… Y es Estrella entre las estrellas esa gran mujer y cantaora eterna. En su voz se resumen todos los cálculos habidos y por haber, para romperlos de un solo golpe contra el cristal del quejío más doloroso. Decir Señora eres tú... Decir Emperatriz también... Decirte gitana guapa del camino y la Chumbera y, de Madrid, la más castiza y cupletera; es ley... En tus metales se unen los ancestros del camino y la flor más barquillera. Montoya la piel que envuelve el alma de esta gran mujer, con la corona amorentada ceñida en sus blancas sienes y con su voz celestial, hace subir hasta el cielo un grito descomunal. ¡Que viva tu sangre entera!, Estrella del flamenco más cabal.
ella a la hora de construir arquitectura estás perdido.
Sin embargo, hay verdadera arquitectura flamenca hecha carne y sangre; por la obra y gracia del Divino. Esto ocurre, por ejemplo, en el caso de la enigmática y fabulosa cantaora Estrella Morente. En ella se resumen dos castas de furia y raza. Galopan sobre un mismo estribo dos estirpes centenarias de sangres de pura cepa. Ella es el santo manto tejido con el oro más fino y preciado que pueda portar sobre sus hombros la Purísima y, a su vez, las arpilleras más rústicas y coloristas de los cántaros que cargan, sobre su lomos, las mulas más preciosas y briosas de las Alpujarras Granadinas.
Yo vi hacerse mujer a esa escultura… Y es Estrella entre las estrellas esa gran mujer y cantaora eterna. En su voz se resumen todos los cálculos habidos y por haber, para romperlos de un solo golpe contra el cristal del quejío más doloroso. Decir Señora eres tú... Decir Emperatriz también... Decirte gitana guapa del camino y la Chumbera y, de Madrid, la más castiza y cupletera; es ley... En tus metales se unen los ancestros del camino y la flor más barquillera. Montoya la piel que envuelve el alma de esta gran mujer, con la corona amorentada ceñida en sus blancas sienes y con su voz celestial, hace subir hasta el cielo un grito descomunal. ¡Que viva tu sangre entera!, Estrella del flamenco más cabal.
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