La Pavarotti del cante hondo, la reina de las bulerías, Francisca Méndez, como una pirámide se sujetaba de pie en el centro del escenario con una silla de enea y la desbarataba al apretar el cante con las manos. Pero claro, recoger todo ese caudal le dolía en la garganta y lo acusaba en el gesto. Sabía los tiempos de la bulería (fíjense en el minuto 5 cómo detiene la frase tengo una estera donde yo duermo…). Así y todo, alargaba las sílabas a sabiendas de que era su fuerte, y que el guitarrista se las apañara. Sabía cantar y, a pesar de ello, cada vez que regresaba al Villamarta, enfermaba, y no hablo de oídas porque yo la vi postrada en más de una ocasión. Le debía este pequeño homenaje por llamarme Josemari porque le recordaba a Manzanares y porque en tantas fiestas mis amigos y yo la evocamos a ella igual que ella invocaba todas las fuerzas de la tierra y de su raza como un Moisés a los pies del Mar Rojo.
Trysko
No hay comentarios:
Publicar un comentario