Por Antonio Canales
Publicado en el número 7 de la revista LA FRAGUA, junio de 2015.
Pilar Montoya Manzano nació en Sevilla en el año 1960. Hija del gran Farruco,
llevaba desde siempre impreso en sus venas el ADN de las grandes
Faraonas. Su vida giró en torno al flamenco más racial y puro, creando una
forma genuina y única de entender la danza flamenca, que siempre fue su
gran pasión desde bien pequeña. Con tan solo 15 años, ya acompañaba a su padre de gira y participó
en Flamenco puro, que estaba haciendo una temporada
con gran éxito en Broadway. Ella fue una mujer sabia y entregada a su oficio,
con la virtud de atesorar los misterios del baile en un cofre de ébano, su
corazón.
Siempre recordaremos esa rúbrica suya por
tangos, quizás uno de los palos flamencos que jamás se podrán interpretar con la enjundia y maestría que ella los trazaba. Aparte de una intérprete magistral, fue una gran profesora que sabía transmitir los secretos más profundos de este universo de la danza flamenca.
Ella siempre vivirá entre nosotros ya que su magia se quedó nadando en la retina de todos los que la pudimos contemplar alguna vez. Como amiga, era un ser muy especial, risueña, fiel, amiga de sus amigos… Gitana por los cuatro costaos. A veces, con un toque de ironía ante la vida, producto de ser una mujer luchadora e inagotable y haber vivido grandes tragedias de dolor, como la pedida de su hermano en plena adolescencia o la de su propio padre, el gran Farruco. El dios del baile puro la señaló con el dedo desde la cuna. Con ella he vivido momentos únicos e irrepetibles… en películas, sobre el escenario, en alegrías y celebraciones y también en los máximos momentos de la pérdida y el dolor. Éramos grandes amigos y mi pareja soñada para bailarnos esos tangos que se nos quedaron pendientes y que algún día bailaremos desde el cielo. Te quiero, Gorda... El mundo del flamenco siempre tendrá una deuda de por vida con tu persona. Eras la esencia pura hecha carne. Tus viscerales sentidos estaban derramados en hembra poderosa y matriarcal.
Se nos fue la más gitana de todas las bailaoras. Y hasta el aire por Triana no encuentra consuelo y llora... Pilar Montoya Manzano, sangre de fieras salvajes, hechuras de FARAONA.
Pilar Montoya, la Faraona. Fotografía www.eldiario.es |
tangos, quizás uno de los palos flamencos que jamás se podrán interpretar con la enjundia y maestría que ella los trazaba. Aparte de una intérprete magistral, fue una gran profesora que sabía transmitir los secretos más profundos de este universo de la danza flamenca.
Ella siempre vivirá entre nosotros ya que su magia se quedó nadando en la retina de todos los que la pudimos contemplar alguna vez. Como amiga, era un ser muy especial, risueña, fiel, amiga de sus amigos… Gitana por los cuatro costaos. A veces, con un toque de ironía ante la vida, producto de ser una mujer luchadora e inagotable y haber vivido grandes tragedias de dolor, como la pedida de su hermano en plena adolescencia o la de su propio padre, el gran Farruco. El dios del baile puro la señaló con el dedo desde la cuna. Con ella he vivido momentos únicos e irrepetibles… en películas, sobre el escenario, en alegrías y celebraciones y también en los máximos momentos de la pérdida y el dolor. Éramos grandes amigos y mi pareja soñada para bailarnos esos tangos que se nos quedaron pendientes y que algún día bailaremos desde el cielo. Te quiero, Gorda... El mundo del flamenco siempre tendrá una deuda de por vida con tu persona. Eras la esencia pura hecha carne. Tus viscerales sentidos estaban derramados en hembra poderosa y matriarcal.
Se nos fue la más gitana de todas las bailaoras. Y hasta el aire por Triana no encuentra consuelo y llora... Pilar Montoya Manzano, sangre de fieras salvajes, hechuras de FARAONA.
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