Por David Palomar
Publicado en el número 4 de la revista LA FRAGUA, abril de 2014.
Mi vivencia al lado de la Maestra Mariana Cornejo ha sido una de las experiencias vitales más importante de los treinta y seis años que tengo de existencia en este planeta. Qué podría explicar de este ángel que residió en Cádiz... que era pura energía, la mujer de la eterna sonrisa, madre entre las madres, la superabuela, la cantaora que ha llevado a gala la escuela gaditana haciendo sentir orgullosos a sus antecesores.
Todavía recuerdo, en el 2005, cuando todavía vivía en la ciudad de Sevilla, que recibí una llamada de Mariana diciéndome que yo tenía que ser el productor de su disco. Yo me quedé asombrado y sentí un poco de miedo, la verdad, pero ella insistía con muchas ganas. Finalmente, y a pesar de mis temores, le eché valor y sacamos el disco Tela marinera, un éxito de críticas. Era sorprendente la capacidad de adaptación que tenía a arreglos más modernos o a conceptos no tan habituales para ella. Siempre nos daba una
lección en algo.
Por resaltar una anécdota, recuerdo cuando grabamos la zambra Soleá de mis pesares con el piano de Jesús Lavilla. No os podéis imaginar el momento de magia que vivimos. Ese Jesús Lavilla tocando la zambra con la sensibilidad que le caracteriza, añadiéndole detalles “jazzeros” a su paso y doña Mariana, con su voz poderosa, haciendo recordar por momentos a Francisca Méndez y a la Perla de Cádiz, ¡uf!, fue todo un espectáculo. Siempre ha demostrado un compás fuera de serie y una afinación casi perfecta, cosa que ha venido acompañando a la cantaora gaditana a lo largo del tiempo.
Después de esta primera experiencia tan gratificante, no quedó otro remedio que repetirla con una recopilación navideña de villancicos de su tío Canalejas de Puerto Real y pinceladas de Pericón, Ignacio Ezpeleta, Manuel Torres, etc.
Este disco, bajo mi opinión, es una joya, es un documento que quedará para los restos y servirá como estudio para generaciones y generaciones del cante flamenco. Quiero resaltar el villancico que se titula Todos le llevan al niño, junto al guitarrista Rafael Rodríguez y los jaleos de Pepi de Ignacio. Quita ¡toa las tapaeras del sentío! ¡Sublime! Yo le decía que había superado con creces la versión de Ignacio Ezpeleta y ella me miraba y se reía diciendo "anda ya, hombre, no seas tonto". Pero los dos sabíamos perfectamente que había ocurrido y eso lo vivimos los que estábamos en ese momento en el estudio.
Muchos veían a Mariana como una cantaora festera, alegre, dicharachera, la mujer que anunció la lejía haciendo gala de su gaditanismo, etc. Pero Mariana Cornejo era mucho más que eso. Ella era una cantaora por derecho que conocía perfectamente todos o casi todos los estilos gaditanos y, junto a Chano Lobato, llevaron el tanguillo a su máximo rango, elevándolo a palo grande del flamenco y, si alguien duda un ápice lo que estoy diciendo, le invito a que se atreva a defender un tanguillo en una Bienal, Festival de Jerez o cualquier otro festival del mundo, en los cuales Mariana dejo el pabellón bien alto cantando sus ramilletes de tanguillos.
Mi valoración personal es que el mundo del flamenco, manager, festivales e instituciones nunca supieron darle el sitio que merecía como reliquia del cante de esta ciudad trimilenaria. Ya no valen homenajes póstumos ni reconocimientos tardíos.
Lo siento, pero es demasiado tarde. ¡Dios te tenga en la Gloría! ¡Hasta pronto, maestra!
Mi vivencia al lado de la Maestra Mariana Cornejo ha sido una de las experiencias vitales más importante de los treinta y seis años que tengo de existencia en este planeta. Qué podría explicar de este ángel que residió en Cádiz... que era pura energía, la mujer de la eterna sonrisa, madre entre las madres, la superabuela, la cantaora que ha llevado a gala la escuela gaditana haciendo sentir orgullosos a sus antecesores.
Todavía recuerdo, en el 2005, cuando todavía vivía en la ciudad de Sevilla, que recibí una llamada de Mariana diciéndome que yo tenía que ser el productor de su disco. Yo me quedé asombrado y sentí un poco de miedo, la verdad, pero ella insistía con muchas ganas. Finalmente, y a pesar de mis temores, le eché valor y sacamos el disco Tela marinera, un éxito de críticas. Era sorprendente la capacidad de adaptación que tenía a arreglos más modernos o a conceptos no tan habituales para ella. Siempre nos daba una
lección en algo.
Mariana Cornejo con Pascual de Lorca Foto: Juan Luis Monge |
Después de esta primera experiencia tan gratificante, no quedó otro remedio que repetirla con una recopilación navideña de villancicos de su tío Canalejas de Puerto Real y pinceladas de Pericón, Ignacio Ezpeleta, Manuel Torres, etc.
Este disco, bajo mi opinión, es una joya, es un documento que quedará para los restos y servirá como estudio para generaciones y generaciones del cante flamenco. Quiero resaltar el villancico que se titula Todos le llevan al niño, junto al guitarrista Rafael Rodríguez y los jaleos de Pepi de Ignacio. Quita ¡toa las tapaeras del sentío! ¡Sublime! Yo le decía que había superado con creces la versión de Ignacio Ezpeleta y ella me miraba y se reía diciendo "anda ya, hombre, no seas tonto". Pero los dos sabíamos perfectamente que había ocurrido y eso lo vivimos los que estábamos en ese momento en el estudio.
Muchos veían a Mariana como una cantaora festera, alegre, dicharachera, la mujer que anunció la lejía haciendo gala de su gaditanismo, etc. Pero Mariana Cornejo era mucho más que eso. Ella era una cantaora por derecho que conocía perfectamente todos o casi todos los estilos gaditanos y, junto a Chano Lobato, llevaron el tanguillo a su máximo rango, elevándolo a palo grande del flamenco y, si alguien duda un ápice lo que estoy diciendo, le invito a que se atreva a defender un tanguillo en una Bienal, Festival de Jerez o cualquier otro festival del mundo, en los cuales Mariana dejo el pabellón bien alto cantando sus ramilletes de tanguillos.
Mi valoración personal es que el mundo del flamenco, manager, festivales e instituciones nunca supieron darle el sitio que merecía como reliquia del cante de esta ciudad trimilenaria. Ya no valen homenajes póstumos ni reconocimientos tardíos.
Lo siento, pero es demasiado tarde. ¡Dios te tenga en la Gloría! ¡Hasta pronto, maestra!
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