Con esta valentía comenzaba Félix Grande su “Memoria del Flamenco”, como si el flamenco fuera un recuerdo vivido y presente. Vino profundo es el primer capítulo de su gran obra sobre el flamenco, y de ahí estas letras. Como escribió Caballero Bonald, el cantaor no inventa: recuerda. Y de esta manera Félix Grande nos desgranaba sus estudios, sus vivencias y sus recuerdos flamencos.
Fue capaz de meter el universo entero del flamenco en el espacio concentrado de un pequeño cuarto, de una pequeña casa, de una familia humilde y de un entorno geográfico tan pequeño como gigante. Y de ahí, de la casa familiar, lanzarlo al planeta.
Era tal la convicción que tenía de la riqueza de este fenómeno vital expresado en cante, música instrumental y baile; tan seguro estaba de la universalidad de este arte, que llevó a los cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid el flamenco como tema central de un Curso de Postgrado con el título de “Historia, Presente y Futuro del Flamenco” (1990), desarrollando la lección titulada “El Flamenco, más junto que una lágrima”.
Y en el pequeño espacio de una lágrima, Félix nos contó que su composición era bizantina y de tradición orientalista. Cristalizando definitivamente con el establecimiento de los gitanos en la baja Andalucía. Y de este punto, al desarrollo de los cantes de finales del siglo XVIII, a las Tonás, a las Corridas y los Romances. Todas músicas alambicadas por el pueblo gitano, hasta bien entrado el siglo XIX. Y de ahí a nuestros días. Y todo lo contaba Félix con su prosa poética, meciéndose en el decir y en el saber.
“Pues bien: sin prisa,… con la intensidad de la paciencia, con la sabiduría del conocimiento de que la vida es dura, breve y única, un lenguaje magnífico que comenzó a nacer hace ahora dos siglos en forma de sonidos desgarradores surgidos desde el fondo de la pobreza y la pena andaluzas, ha acabado convirtiéndose en un arte aclamado internacionalmente, y en una prueba más de que en el fondo de la especie, junto al estrago de sus miserias y de su finitud, deambula, como una emoción mitológica, el estupor de lo sagrado.”
Maestro, que los ecos de la sonanta de Luzía guarden tu sueño.
Antonio Jiménez Cuenca
Aquí podéis encontrar una brave biografía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario