Por Lolo Picardo
Publicado en el número 5 de la revista LA FRAGUA, mayo de 2014.
Como una margarita que el cálido levante deshoja,
la propia naturaleza hace lo mismo con su gente. Menosprecia edades, momentos o
lugares; sin pausa, la brisa que arranca nuestra alma llega, recoge y se va.
Ese cálido
pero letal viento arribó a
una isla del Caribe, cercana a la península del
Yucatán
y nos arrebató el
alma del mejor guitarrista que ha tocado las cuerdas de una guitarra flamenca,
Paco de Lucía,
y se llevó parte
de nuestro
flamenco, de nuestra cultura.
flamenco, de nuestra cultura.
Francisco Sánchez Gómez había conseguido
algo inalcanzable para la mayoría
de los mortales: ser considerado una eminencia en su rama artística cuando
no contaba ni los treinta años de edad y obedeciendo esto a un plan maestro que
había
trazado su padre, Antonio Sánchez
Pecino, como gran estratega artístico
que era. Incluso, Antonio trasladó
su domicilio habitual de Algeciras a Madrid con la idea de dar amplia
salida a la carrera musical de sus hijos. Y vaya si lo logró.
Paco cogió
por primera vez una guitarra con siete años, cuando su hermano Antonio
la rechazó porque
decía que le dolían los
dedos. Pero ya antes de sostener la sonanta, que decía que la
utilizaba para esconderse, lo sabía
todo del flamenco, compases, tonos, palos, letras... Su abuelo Antonio, en su
Algeciras natal, organizaba cientos de fiestas en su patio y allí, como
convidado de piedra, siempre estaba Paquito. Su primer viaje al extranjero lo
realizó con
doce años, a Chicago, EE. UU., con
la compañía del bailarín
flamenco y coreógrafo
italiano, José Greco. Y
allí, cuando comprendió la filosofía de vida que tenía el
americano, desapareció el
sentido del ridículo,
que tan apegado estaba a su personalidad, aunque esa forma de ser, callado e
introvertido, no la perdió
nunca.
Llenaba teatros y todo tipo de escenarios a
sabiendas de que al público le
aburrían
los solos de guitarra, pero siempre tenía
un plan “B” para
saber captar la atención
de sus seguidores y, hasta el último
concierto que realizó,
le esperaban con gran expectación.
Decía que para ser quien era, tenía que coger
la guitarra diez horas al día,
que si no, los toques no le salían
igual. Además,
siempre distinto, siempre diferente. Como resultado, varias decenas de discos,
cientos de colaboraciones y una multitud de artistas en sus directos y grabaciones.
Lo veíamos
en las entrevistas y siempre parecía
amargado, y le daba coraje verse de esa forma, con lo que le gustaba reírse. Pero
era innato en él.
Necesitaba echar fuera esas angustias, era una forma de terapia. La guitarra le
obligaba a vivir con la sensibilidad al límite
y no se podía
evolucionar siendo alegre, divirtiéndose,
al menos él
no lo conseguía. Por
eso, pedía
perdón
a la gente, era por ese estado de hipersensibilidad por lo que daba tanto la
lata y era tan “pesado”. Siempre,
cuando iba a cenar a cualquier restaurante, o por ejemplo a comprar pescado,
que era la comida que más
le gustaba, los parroquianos le llamaban “maestro”, y es que
Paco de Lucía
para nosotros era un jefe, un líder
espiritual de las seis cuerdas, un profeta de la música.
Se nos fue de nuevo un gran artista y nos deja con
ese desamparo flamenco o con esa orfandad de no saber qué haremos ahora, a quién
escucharemos, quién
defenderá nuestro flamenco. Y allá en el cielo,
en el que Paco no creía,
se habrá producido
el encuentro que todos hubiésemos
querido presenciar, el de Lucía
y Camarón
de La Isla. Cada uno lideró
su faceta artística
con holgura y juntos podría
hablarse de una de las parejas musicales más influyentes del planeta. Por eso
desde aquí,
desde La Isla, pedimos que su ciudad natal, Algeciras, y La Isla, caminen
juntas, que sean ciudades hermanas. Sería
un bonito broche para la obra de estos dos genios o un principio de algo
grande.
Sabemos que no habrá nadie como él
y su sombra es muy alargada. Pero nuestros jóvenes flamencos cada vez están más preparados.
Se nos fue una preciosa margarita pero sabemos que el prado está repleto de
otras flores que quizás
no sean tan bellas como aquella pero que con el tiempo conseguirán serlo y así renovar ese
maravilloso prado que es el mundo del flamenco.
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