Matilde Coral. Las manos como palomas.

Por Antonio Jiménez Cuenca

Publicado en el número 9 de la revista LA FRAGUA, abril de 2016.


Dos películas de Saura, Sevillanas (1992) y Flamenco (1995), lo atestiguan; el referente del baile flamenco y de la escuela sevillana del siglo XX no es otro que doña Matilde Corrales González (Triana, 1935), Matilde Coral para gloria del arte flamenco. Bailaora de la plaza de Chapina del Zurraque trianero. Primera entre las primeras, bailaora y profesora de baile. De su academia han salido numerosos premios nacionales de danza e infinidad de bailaoras y bailaores que pueblan el mundo flamenco.

Matilde Coral se ha codeado con lo mejor de este arte, lo ha conocido todo y ha estado con todos. Ha sido figura destacada en las compañías de los grandes bailaores y coreógrafos Alejandro Vega, Alberto Lorca y José Greco. Primera bailaora en el tablao El Duende, propiedad de Pastora Imperio y Gitanillo de Triana, en Madrid, y en el Cortijo El Guajiro de Sevilla. Ha bailado en las mejores tablas de todos los continentes, recibiendo aplausos de todos los públicos. Empezó siendo una niña, le llegó el triunfo siendo muy joven y ha sabido mantener la cumbre de su madurez artística durante los últimos cincuenta años.

Ahora, en su retiro activo, nos cuenta su experiencia de vida y de arte. Triana siempre presente en sus manos como palomas. Alzarlas al vuelo, al aire de un tercio de soleá y bajarlas al remolino de la cintura para cruzar la cuarta bolera. Las manos de Matilde Coral, maestra y bailaora definitiva de todos los tiempos.

Foto: Fede Millán
Desde sus inicios en El Guajiro en Sevilla y en El Duende en Madrid ¿qué ha cambiado del baile, Matilde?
Todo. Hay un antes y un después, y el que no lo quiera tomar así es porque no entiende la vida. Ni hoy pueden bailar como se bailaba antes, ni lo que antes podíamos hacer, ni lo que están haciendo ahora, porque eso es imposible. Es un antes y un después.

¿Y dónde está el punto entre el antes y el después?
En quedarte tú con tu estilo, conservarlo, para bien o para mal. Y sin equivocarte.

Dicen los entendidos que usted es la bailaora que mejor ha movido la bata de cola. Además realizó, junto a Ángel Álvarez Caballero y Juan Valdés, el Tratado de la bata de cola. Matilde Coral, una vida de arte y magisterio (Alianza Editorial, 2003).
Eso dicen, pero no me corresponde a mí. Hay muchas bailaoras que la mueven bien, sí, pero con ortodoxia muy pocas, las contadas… Pepa Montes mueve muy bien la cola; Loli Flores movía la cola y tocaba las castañuelas como ninguna; Manuela Carrasco, eso es una estampa maravillosa, gitana pura. Le da una patá y como saliera ¡pum! ¿entiendes?; Merche Esmeralda, que también estuvo conmigo. Porque la bata de cola es Patrimonio Inmaterial de La Humanidad. Por el Tratado de la bata de cola nos dieron el premio de investigación de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera (2003).

Muchas de las bailaoras que ha mencionado salen de su academia de la calle Castilla de Triana.
¡Salen de mi casa! Y muchas han ganado el premio nacional de baile. Sí, sí, sí... Bueno, a unas le enseñé la técnica, a otras les monté el baile. A cada una le hice una cosa, ¿sabes?

¿Sabe que si se pone su nombre en los buscadores de internet aparecen cientos de miles de registros relacionados con usted?
¿Y eso que quiere decir? (Risas) ¡Aaaah, sí!, porque soy la única que queda. Fíjate que fácil te lo pongo. El eslabón del siglo pasado y de este es Matilde Coral. De mi generación ya no hay nadie más. Todos son muy jóvenes o retirados, y yo soy la mayor.

Bueno, además porque usted ha conocido a todos.
Puedo opinar porque he sido testigo de a pie. Yo empecé en el baile con Eloisa Albéniz. Ella fue mi maestra. Estaba casada con Pepe Brageli que era representante y sacaba a las chavalas antiguas. Te hablo de Paquita Rico y toda esa gente… Mikaela y Rosita  Ferrer, Carmen Florido… A toda esa gente la sacó este hombre, que era un mecenas de eso.

Posteriormente conoce usted a Pastora Imperio.
Pastora fue después de verla y descubrirla en Madrid, en su tablao El Duende. Ahí es donde vi yo lo que tenía que hacer, lo que yo quería hacer, cuando vi a Pastora. Le vi aquellos brazos al aire. Tan colocaos, tan lindos, tan maravillosos. Y esa cabeza encuadrada aquí. No sé cómo explicarte, era algo especial. Y dije yo, ¡esto quiero! Y ya seguí su saga.

Foto: Fede Millán

Además, fue primera bailaora en El Duende.
Sí, sí, sí... Pero empecé en el Cortijo El Guajiro, en Sevilla, aquí empezamos todas las muchachas, en El Guajiro y en los Jardines del Cristina y en la Sala Juventudes.

A finales de los años sesenta, crea el trío Los Bolecos (1969), donde versiona a Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, y se le otorga el premio al baile de la Cátedra de Flamencología de Jerez (1970).
Sí, aquello fue una idea avanzada. Con Los Bolecos versionamos a los grandes poetas andaluces y lo formamos mi marido Rafael el Negro, Farruco y yo. Además, uno de los mayores cantaores que he tenido fue Martín Revuelo. Martín hizo con nosotros todas las cosas de Lorca, de Alberti, de Miguel Hernández, de todo. Porque tenía aquí (se señala la cabeza) una memoria selectiva. Con él creamos Los Bolecos. Él cantaba, se aprendía las poesías y le daba soniquete. Era maravilloso, Dios lo tenga en su gloria.

Dicen que Rafael el Negro era la elegancia en la bulería.
Bueno, eso lo admitía hasta Farruco.

¿Qué recuerdos tiene de Farruco?
De Farruco te diré que nunca se volverá a repetir un artista como él. Eso es para la historia. Farruco está en mi memoria asentado de tal forma, de tal forma, que vea lo que vea, me acuerdo de él y digo: ¡viva tú! No sé, era algo precioso verlo bailar. Siempre que lo veía hacía el mismo baile, y la misma medida, y el mismo soniquete. Pero ¡qué diferencia entre una vez y otra! ¡Qué maravilla! Yo he bailado con los mejores bailaores que ha habido, que son Farruco y Rafael el Negro. Gitanos. Pero Farruco ha sido el bailaor mejor de la historia.

¿Incluso de los actuales?
¡Hombre! Te lo digo yo. Incluso de los actuales. Aunque su familia es una estirpe indomable, como suena, que sigue la saga de su abuelo. Eran estupendos y son estupendos. La saga sigue ¡Benditos sean ellos!

¿Y en el cante y en el baile?
En el cante ha habido mucho y muy bueno. Pero yo me quedo con Antonio Mairena y con Caracol. Antonio Mairena es la disciplina en el saber, en el estudiar, en el conocimiento de todos los cantes, ¡eh! Era una enciclopedia viva. Y me quedo con el quejío de Caracol, y me quedo con el arranque de cante de Juan Talega. Y me quedo con tantos gitanos buenos: La Bernarda, la Fernanda… Es interminable esa raíz tan buena. Y en el baile, para mí, tuvo fundamentalmente mucho interés Carmen Amaya y, como dije antes, Pastora Imperio. Me gustaba Pilar López, porque se metía también en el terreno fangoso del flamenco, porque era una enamorada. Rosa Durán, lo poco que vi a la Macarrona y a la Malena. Pero vi bailar a una gitana en Triana que me impactó, que le llamaban Carmen y de apodo le decían la Parejero. Ahora todo el mundo quiere saber quién era esa, pues no lo saben porque no la han visto, porque no bailaba ya para nadie.

Lo hacía en el círculo íntimo.
Íntimo de los gitanos. Y yo estaba en ese círculo porque me casé muy joven con un gitano. Carmen, la Parejero fue a bailar con Encarnación López, la Argentinita a París. Lo hizo para pagar la operación a su madre de los ojos. Y ya no bailó la gitana más nunca.

De Pastora Pavón y del Pinto, muchos recuerdos ¿no?
Hombre, fue mi primer espectáculo en el año 1952, en el Poliorama de Barcelona. Con los Flores, Chiquetete y Molina. Pastora estaba entre cajas y el Pinto cantaba. Pastora me dejaba un semanario de oro, de aquí a aquí (se señala de la muñeca a medio antebrazo), que tenía el brazo embalsamao (risas). Pero lo tenía que sacar para bailar, mientras cantaba su marido Pepe Pinto.

¿Y de su experiencia con las compañías de baile?
He dado la vuelta al mundo, por delante, por detrás, por el lado, por el otro lado (risas). Qué vamos hacer, hijo.

En la de José Greco iba Paco de Lucía
¡Hombre! Iba, iba… Yo lo conocí en esa compañía cuando iba de tercer guitarrista. ¡Fíjate lo que te voy a decir! El primero se llamaba Manolo Barón, el segundo… Beltrán Espinosa y Paco de Lucía era el tercero y el más joven. ¡Y ya se los comía a tos! Eso es pa… (risas). Para bailar y para todo, Paco era el mejor. Sí, hombre, sí. Me hizo a mí unas guajiras para debutar en Sidney, en Australia. Y me hizo… ¡cualquier cosa! Era el éxito de la compañía. Tocaba muy bien.

¿Y de Camarón? Tendrá también muchos recuerdos.
Camarón era el más tímido de todos los tímidos. Miedica como él solo, le daba miedo de todo. “Sal tú antes, anda sobrina, sal tú antes”, me decía. Otras veces me decía: “prima, sal antes tú”; y yo le decía: “yo no salgo, delante tuya no salgo yo, a mí me dejas de tonterías”. Total, que al final tenía que salir porque él no era capaz. Pero no por nada, sino porque tenía mucho pánico. Pero luego salía y se comía a todo el mundo.
Yo siempre he sido muy arriesgada. No me ha dado miedo el público, jamás. Este diciembre pasado estuve en Utrera, en una puesta en escena de Villancicos, que era para un Grammy, palabra de honor. Una puesta en escena maravillosa. Aquello era una obra maestra.

Y no saldría a bailar, ¿no?
¡Nooooo!, ¡claro que salí! Me sostuvieron los chavales, cuatro o cinco mozos guapísimos todos gitanos, preciosos. Y me senté en una silla y le bailé al Cuchara. ¡Ay! El Cuchara cuando me vio bailando… ¡Esmorecío llorando! Tiene un poquito de más edad que yo, imagínate, imagínate. Y subí por eso, porque digo esto… esta gitanería… pero… te voy a decir una cosa, los gitanos no están bien mirados en el gobierno. Porque…, ¿por qué lo manipulan tanto? ¿Por qué se tienen que buscar las cosas de esa manera?, si ellos no quieren. Ellos saben bailar por naturaleza. ¡Si por eso nos han dado ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad!

En su larga carrera le han reconocido con muchas distinciones y premios.
De Andalucía todos. Todos. Pero para mí los galardones buenos, te lo digo yo, después de las distinciones de todas las peñas, que yo he tenido todos. Gracias a todas, le tengo que dar las gracias a todas las peñas. A toda Andalucía, a toda España. Pero para mí la Medalla de Andalucía es la mejor porque me hace sentirme más andaluza. Luego tuve la de las bellas artes.  La Primera Caja de Plata al arte flamenco, que la tengo como joyerito.

Y la Llave de Oro del Baile.
Sí, la Llave de Oro del Baile, que esa no la tiene nadie, cuando quieran que la pongan. ¡Está ahí! Porque siempre ha habido…, detrás del uno va el dos, no te quepa duda. Pues ahí está la Llave…, venga, busca el dos.

Madrina de Promoción de Derecho en el año 88, Primera Caja de Plata al arte flamenco, Medalla de Oro de la Diputación de Sevilla, Compás del Cante de la Fundación Cruzcampo, Medalla de Oro de la ciudad de Nîmes, Medalla de Oro de la ciudad de Sevilla…
Eso sí, con mucho mérito, que además, agradecidísima. ¡La del trabajo es la que no tengo! Porque como creo que me faltan cuatro asignaturas… Cuando cumpla esas cuatro asignaturas me darán la del trabajo. Pero esas no las he estudiado yo. He estado ahí desde que tenía 16 años, hasta hace año y medio. ¡Pero ya se acabó!

¿En qué baile es en el que se ha sentido más cómoda Matilde?
A mí me encanta Cádiz. Las cantiñas. Por cantiñas, porque hay muchos sones diferentes. Cambia el sonido, el sentido del ritmo, el sentido del cante, el estilo. Y es tan alegre. Luego, según mi marido, lo mejor que he bailado ha sido por tangos. Por tangos de Triana, que es lo que no hago nunca, na más que cuando estoy en petit comité.

¿Cómo ve el flamenco actual?
A mí me gusta como está. Que hagan lo que quieran. Si me entra sueño, me duermo y si estoy contenta, me pongo tiesa. Pero no vamos a pedirle ahora que quieran bailar como bailábamos antes. No, eso no se puede pedir ya. Las técnicas han cambiado, aunque siempre haya un motivo para bailar antiguo.

¿Lo mismo que hay una escuela sevillana hay una escuela jerezana?
Hombre, sin lugar a dudas. Sin duda alguna, Jerez ha sido…, esas mujeres mayores bailando por bulerías, es pa echarle comía aparte. En Jerez se ha bailado muy bien, muy bien, muy bien. ¡Jerez me encanta!

Y ¿qué bailaora diría usted que ahora va a tener más trayectoria o va a despuntar más, de las que conoce actualmente, de las nuevas?
Mira, con sinceridad, la que más contratos le den. La que le caiga más contento al que manda y le den más contratos, esa es la que va a valer más. Las demás se pueden tirar las espaldas abajo.

¿Pero eso es un poco triste, no Matilde?
Pero es la realidad, lo estamos viendo. No tiene que ver con el arte, nada. Sale una buena bailaora en un espectáculo fabuloso y la prensa hace así y dice que aquí no hay nada, pues entonces esto es más malo que la quina. ¿Por qué? ¡Véalo usted! ¡Degústelo usted! Y después opine usted. Pero como no saben opinar, porque na más que tienen libros e internet… Menos mal, nosotros no teníamos internet, teníamos en efectivo, en carne y hueso, garganta, manos y pies.

Matilde, ¿cómo le gustaría que la recordaran?
Que me recordaran como soy, dando ejemplo de civismo, de disciplina y de saber estar con todo el mundo, y de decir las cosas claras. Y en el baile, con aquella juventud, aquella cinturita de avispa, aquel baile tan bonito. Aquellas caderas tan bien movidas, aquel pelo, aquel moño. Esa espalda cimbreada para detrás. Era una estampa, era una pintura.

Qué bonito Matilde
Pues sí.

Muchas gracias, maestra.
 

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