José E. Lamarca

Pienso que es cierta esa definición del flamenco que hace referencia a que es una forma de vida y aunque es demasiado genérica, se me antoja acertada. Por supuesto también puede ser una profesión, una afición o incluso una pasión. Lo que quiero decir es que no son flamencos solamente aquellos que se encargan de hacerlo (guitarristas, cantaores…) que lo son, sino que ese sentimiento trasciende más allá de lo musical, y se puede ser “mu flamenco” sin saber siquiera entonar un cante. Este mundillo está rodeado de personajes que sin ser estrictamente necesarios son totalmente imprescindibles. De personajes vamos a hablar en esta sección, y para empezar me gustaría hacerlo a lo grande. 

José E. Lamarca es fotógrafo y flamenco, “mu flamenco”.  Conoció a Camarón, a Paco de Lucía y a Antonio Gades en su Argentina natal a finales de los años 60. En 1971 llega a Madrid como exiliado y Antonio Gades le da trabajo en una pizzería que tenía. Es ahí mismo donde empieza a fotografiar el ambiente flamenco de la época y donde llegaría a ser uno de los grandes. Suyas son muchas de las portadas de los discos de Camarón, así como los retratos de los grandes cantaores del momento. Me contó Fermín Lobatón que precisamente a Pepe Lamarca se le atribuye la primera fotografía de flamencos que aparecen directamente riéndose. Esa foto es nada más y nada menos que Camarón de La Isla con Paco de Lucía. 

Cuando decidimos hacer el primer número de la revista La Fragua, nos fijamos en una foto de Camarón para la portada  y ¡qué casualidad! el autor era Lamarca. Nos pusimos en contacto con él. Lo localizamos en Santander, donde reside actualmente, y le pedimos permiso para utilizar su fotografía. A partir de ahí surge una relación virtual de afecto mutuo que culmina cuando vino a La Isla en noviembre del año pasado, como invitado dentro de las jornadas que el Instituto Andaluz del Flamenco organizó sobre Camarón en San Fernando. Nos conocimos personalmente y fue un auténtico lujo. A sus 74 años, Lamarca irradiaba una energía tremenda  y nos dio tiempo de hablar de flamenco, de Camarón, de fotografía y hasta nos tomamos unas copitas en la Venta de Vargas escuchando a Rancapino…y nos acordamos de aquel verso de Serrat que dice: “y que Dios nos de salud para poder beber”.

Por cierto, su último trabajo se llama Flamenco: Pasión, desgarro y duende, editado por ediciones Península.

Carlos Rey

ANTONIO CANALES en la Venta de Vargas

 
ANTONIO CANALES en la Venta de Vargas, el mítico templo del flamenco, el próximo sábado 2 de marzo. Contará con Joaquín de Sola, socio de honor de LA FRAGUA, al cante, Víctor Rosa, a la guitarra, y  como palmeros Carlos Rey y Raúl El Bule.

Los socios de LA FRAGUA podrán disfrutar de un descuento de 3€. 

Una oportunidad de disfrutar de una velada de flamenco entre amigos, con un aforo muy limitado.

LA FRAGUA en la Vinoteca del Negro

Los dias 27, 28 de febrero y 1 marzo LA FRAGUA tendrá su sede en la Vinoteca del Negro con la siguiente programación:

27 a las 21:00 Inauguración de "Flamenco en La Isla" exposición de fotografía de Juan Silva. Organizado por LA FRAGUA, LA VINOTECA invitará a una copa de vino a los socios de LA FRAGUA.

28 a las 14:00 Actuación de Paquito de La Isla, Joaquín de Sola, Jesús Castilla y Malamañana. Organizado por LA VINOTECA.

1 a las 21:00 Encuentro de socios y amigos de LA FRAGUA, nos conoceremos, charlaremos y degustaremos alguna sorpresa que nos ofrecerán las chavales de LA VINOTECA.

Os esperamos. 

María Borrico

María Fernández nació en 1830 en La Isla, en esa Isla de salinas, donde se trabajaba a destajo y donde los borricos, con sus serones cargados de sal, eran guiados por los hormiguillas (1) desde los cristalizadores  hasta  las pirámides. Estos borricos, tanto en las salinas como en las huertas o en las norias, realizaban las tareas más duras de la época.


Fue en esa Isla donde María empezó a dejarse oír. A María le gustaban los cantes hondos, los de hombres. Su voz ronca le ayudaba. Debió ser uno de esos momentos en los que se atrevió con uno de esos cante hondos… ¿quién sabe cuál?, quizás una seguiriya del Fillo, cuando alguien, al escucharla, probablemente comentase: “Esta mujer parece un borrico, puede con to.” Puede que esta fuese la causa de que pasara a la historia como María Borrico.

Hoy día se pueden escuchar cantes como: “Seguiriya de cambio de María Borrico” o “Liviana, serrana y cambio de María Borrico”. Pero ¿qué quiere decir eso del cambio de María Borrico? El cambio es una modificación que se hace al final de una tanda de algún cante, en este caso tras una tanda de seguiriyas. Se dice que ella renovó la seguiriya del Fillo, discípulo este de Perico Planeta, y que posteriormente, según la mayoría de los autores, el cambio de María fue divulgado por Silverio Franconetti.

Algunos autores consideran que la seguiriya cambiá de María Borrico es una especie de transición entre el viejo estilo de cantar las seguiriyas y el moderno. Es más, con este cambio, se remata todavía el cante por serranas, livianas y seguiriyas.
Una de sus seguiriyas cambiá, también llamada seguiriya cabal o simplemente, cabales, se conserva aún entre los repertorios flamencos de hoy día:

“Dice mi compañera
que no la quiero,
cuando la miro, la miro a la cara,
yo er sentío pierdo."

Aunque originalmente se cantaban al final, como remate de una serie de seguiriyas, y así se hace a menudo en las actuaciones en directo, en las grabaciones pueden encontrarse sueltas, al principio, o en series de varias cabales.

Fue la hermana mayor del Viejo de La Isla, al que dedicaremos la próxima entrada de esta sección. En el último cuarto del siglo XIX cantó en los cafés cantantes de Madrid. No he logrado determinar la fecha de su muerte, pero su cambio, el cambio de María Borrico, aún sigue vivo.

Juan Silva


Bibliografía:
ÁLVAREZ CABALLERO, Ángel. El cante flamenco. Alianza Editorial. Madrid, 2004.
GRANDE, Félix. Memoria del flamenco. Alianza Editorial. Madrid, 1999.
ALEU ZUAZO, Salvador. Flamencos de La Isla en el recuerdo. Isleña de Prensa. San Fernando, 1991.
Gran Enciclopedia de Andalucía. Tomo V , Editorial Anel, 1979.
Páginas web:



(1) Chiquillos que guiaban los borricos cargados de sal. Había un peón que era el vaciador que vaciaba las cargas porque ellos no podían. Pero su tarea era arrear al borrico y que cogiera para un lado o para otro.