25 años de ausencia


La ausencia es un sentimiento severo de vacío. Más, si es por falta de la clarividencia de un ser que nos ha sobrepasado. La pérdida transmutada en lo que no se percibe pero se piensa. De El Camarón, Primus inter pares, tenemos el consuelo y la gloria de su cante. Y lo que ha dado y seguirá dando como tema central de nuestro arte flamenco.

Así, nos dejó escrito Manuel Ríos Ruiz, El Camarón es un artista mágico, con él empieza en el arte flamenco una nueva época. Con un sonío propio, tan terrible como melancólico, de repente trágico y de súbito dulce y entrañable. O Fernando Quiñones que nos habla del hombre de los gritos. Vena Aorta del Sur, el hombre de los gritos canta su noche como el gallo canta al día, huye hacia el ayer y hacia el mañana, siempre está solo, siempre anda con todos. Al hombre de los gritos lo llaman –se hace llamar humildemente– “Camarón”. O el Compás Ausente que en 1992 nos dejó en verso Caty León:
Por los atardeceres de La Isla
se oye el sonido de una campana rota
presa en los campanarios inexistentes de la brisa.

Por los atardeceres de La Isla
camina el sueño roto de los espejos
cansado de ocultarse tras el sol del estío.

Por los atardeceres de La Isla
marchan en columna los gitanos,
ocultos sus rostros con velos negros de locura.

Por los atardeceres de La Isla
se levanta el eco del compás ausente
lejos ya de la gloria, en el vuelo del hombre
Reencontrado.

Agarrarnos a las palabras clarividentes de Emilio Jiménez Díaz “El tiempo no nos va a borrar jamás la imagen, la garra y la furia, la sabiduría en suma de ese gitano rubio que, arrastraba a las masas”. Y a lo que nos cuenta Salvador Aleu Zuazo, “a San Fernando, como a todas partes, llegaba la resonancia de los éxitos del cantaor que eran acogidos con jubilosa emoción. Se trataba de los triunfos de un hijo de La Isla.” O Paco del Río “era como mezclar la jondura del cante gitano con la musicalidad del cantaor que no lo es. No ha existido ningún otro en la historia conocida con estas características.”

También, Antonio Murciano “esta llamada, esta respuesta de la juventud, es uno de los grandes secretos del mito Camarón. Él tenía abierta una puerta por la que iban entrando las nuevas generaciones a la casa sagrada y misteriosa y legendaria del arte flamenco.” O lo que de él dijo Génesis García Gómez “Y Camarón fue, como todos los genios han sido, síntesis de la tradición y disparo poderoso hacia el futuro.” También el Tomate se retrata con el periodista Francisco Peregil, “No es lo mismo tocar sin él; uno sale al escenario sin tensión, sin esa sensación que entra al saber que estás tocando para un monstruo irrepetible. Porque guitarristas…. podrán salir algunos buenos, pero cantantes como él, ninguno. Después de tocarle a este hombre, es muy difícil hacerlo para otro”.

Y nuestro querido y añorado Lebrijano, que entrevistado por Inmaculada Ruiz e Ignacio Sáenz de Tejada, declaraba: “he convivido con él por festivales 14 o 15 años, pueblo a pueblo juntos, vistiéndonos en los mismos camerinos. Era muy inteligente, muy fino y muy agudo, nunca le escuché hablar mal de ningún compañero. Muy silencioso pero con una personalidad muy fuerte que arrasaba. Pero también era dulce, de caramelo cantando. Camarón deja una grandeza de corazón y lo sentimos pero no hablamos. Empezaremos a llorar como niños.”

Testimonios todos, imposibles de reproducir aquí, como los recogido en las publicaciones y  hemerotecas: La vida y leyenda del cantaor solitario que nos contaba Carlos Lencero, La Isla se queda sola según Antonio Burgos y No nacerá otro como él que nos dijo Enrique Morente o los Aullidos negros de Félix Grande, pasando por el Autorretrato de Ricardo Pachón o Una reflexión para la vida de Manuel Martín Martín y El príncipe Gitano de José Félix Machuca, así como El Flamenco está de luto según Manolo Bohórquez, El héroe de Juan Teba, ¿Qué es lo que me pasa a mí? De José y Sebastián Candado, o el Camarón y los cantes mineros de Génesis García, y cómo no el Todo Camarón de Gamboa y Faustino Núñez, así como El prodigo de Camarón expuesto por Manolo Sanlúcar, o simplemente Camarón de Manuel Alcántara o El duende descansa de Joaquín Albaicín, y qué decir de Camarón. Vida y muerte del cante de Enrique Montiel  o la Crónica de una obra completa de José Manuel Gamboa o el Boquerón de La Isla de Francis Mármol y Llorando como niños de Inmaculada Ruiz e Ignacio Sáenz de Tejada y… tantos otros y tantos más.

Como dijo Félix Grande, con él no hemos tenido tan solo un cantaor: hemos tenido a un médico del alma.

Por siempre.