El 16 de mayo de 1836, en el número 13 del callejón de San
Miguel, nacía Pedro Fernández Fernández, hermano pequeño de María Borrico. En
esos momentos, España tenía una reina de seis años. En La Isla vivían poco más
de once mil almas y en la provincia de Cádiz la cuarta parte que hoy en día.
Entonces, a la seguiriya aún no se le llamaba seguiriya.
Me imagino a Pedro correteando por esas calles de La Isla, del
Buen Suceso[1], de las Pitas[2], del Merendero[3], San Rafael, o
por las huertas de Zuazo o del Merendero. Quizás alguna vez su madre lo mandó a
El Colmado, que por lo visto se encontraba haciendo esquina entre su calle y la
calle San Rafael, a por una chiquita de vino pa la comida[4].
Este niño fue creciendo y
acompañaba a su padre en la fragua que tenía junto a la bahía y, probablemente, trabajando junto a su padre, fue fraguando su forma de sentir el cante. No podía imaginar Pedro siendo tan niño que pasaría a la historia con el nombre de El Viejo de La Isla.
acompañaba a su padre en la fragua que tenía junto a la bahía y, probablemente, trabajando junto a su padre, fue fraguando su forma de sentir el cante. No podía imaginar Pedro siendo tan niño que pasaría a la historia con el nombre de El Viejo de La Isla.
Así fue, ese niño creció y mientras crecía fue germinando en su
interior la semilla del cante flamenco. Imagino que su hermana María, seis años
mayor que él, le iría abriendo el camino en este mundo. Pedro fue desgranando
las claves del cante, especialmente del palo más emotivo, más estremecedor, más
trágico: la seguiriya.
Se le conoció en La Isla por el nombre de Perico Piña, aunque no
se sabe de dónde viene este apodo. Pedro se casó con Dolores Bernal y tuvieron
cinco hijos, cuatro hembras y el más joven varón. Este último fue Agustín
Fernández, padre de los Melus de Cádiz.
A partir de 1875 vive en Cádiz y es en esta ciudad donde se le
empieza a conocer como el Viejo de La Isla. Cuando Pedro llega a Cádiz ya era
considerado un cantaor de prestigio. Gracias a esto no le fue muy difícil
encontrar un trabajo en el matadero municipal donde terminó siendo encargado.
Por lo visto, su vida artística se desarrollo en la bahía y sus
alrededores pero su fama trascendió más allá de este rinconcito donde él
desplegaba su cante.
Destacó como seguiriyero y elaboró un cante muy suyo que se
conoció como el cante corto de La Isla que
posteriormente pasó a conocerse como seguiriya del Viejo de La Isla. Aquí podéis oír una interpretada por Encarnación Marín, la Sallago.
Este cante del Viejo fue la fuente de la que bebieron otros
estilos de seguiriyas, al menos se considera que ocho derivaron de este cante.
Pedro murió en 1917. A principios del siglo XX su cante fue el
estilo más grabado con diferencia. Sus seguiriyas las cantaron artistas de la
talla de la Niña de los Peines. Pero fue Manuel Torre quién las popularizó
adaptándolas a su forma de cantar.
Juan Silva
Bibliografía:
ALEU ZUAZO, Salvador. Flamencos de La Isla en el recuerdo.
Isleña de Prensa. San Fernando, 1991.
ÁLVAREZ CABALLERO, Ángel. El cante flamenco. Alianza Editorial.
Madrid, 2004.
GRANDE, Félix. Memoria del flamenco. Alianza Editorial. Madrid,
1999.
Páginas web:
2 comentarios:
Buen trabajo bibliográfico Juan.
Me alegra saber que resonaban ecos de seguirilla en el Merendero, donde eché mis dientes.Tremenda la Sallago.
Buen trabajo Juan, creo que este tipo de cosas las podríamos publicar en la revista, salud
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